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Tanto en el oficialismo como en la fuerza mayoritaria de la oposición conviven sectores más duros con otros más dialoguistas. Ambos son partes de una misma estrategia para tener un mayor impacto en el electorado. El riesgo de que esas diferencias hagan demasiado ruido puertas adentro. Las elecciones del 2021 en el horizonte.

El 2020 estaba llamado a ser un año bisagra para la historia argentina, con un escenario de crisis económica que hacía difícil prever que podría tratarse de un año peor que el anterior. El cambio de gobierno alentaba la ilusión de golpe de timón en lo que a la gestión de las finanzas nacionales se refiere, pero ocurrió lo inesperado. La llegada de la pandemia del coronavirus trastocó los planes del mundo entero, donde el país no fue la excepción y se vio envuelto en el vendaval sanitario económico y social que generó el esparcimiento del covid-19 en todo el territorio nacional.

Pero además, no solo el oficialismo tuvo que barajar y dar de nuevo. La situación extraordinaria tuvo un impacto sideral en todo el espectro político. En ese escenario, quizás el más favorecido fue el sector mayoritario de la oposición, nucleado en Juntos por el Cambio, que venían del cimbronazo de perder las elecciones pocos meses atrás, disparando diferencias y egos puertas adentro. La pandemia los abroqueló. En un primer momento logró unir a toda la dirigencia política en pos de vencer al tan temido virus, pero luego, conforme fue pasando el tiempo y se extendió el aislamiento social preventivo y obligatorio, volvieron a recrudecer las diferencias. 

Tras más de 5 meses de confinamiento, la agenda política comenzó a ganar terreno sobre el eje sanitario y allí encontró a la alianza opositora unida, con todas sus diferencias internas, muchas veces también filtradas hacia afuera. Un panorama similar se vislumbra en el gobierno, donde también existe una coalición con posiciones encontradas, que en varias ocasiones no titubearon es exteriorizarlas, con encontronazos entre figuras públicas o críticas a través de las redes sociales. 

No obstante, esta aparente problemática para lograr un discurso único en uno y otro lado de la grieta, terminó siendo una estrategia interesante a futuro. Las elecciones legislativas del 2021 están a la vuelta de la esquina y la amalgama entre las facciones más radicalizadas y aquellas que tienden a la moderación abre el espectro y el alcance electoral de cada fuerza. Por supuesto, se trata de un arma de doble filo, la apertura y la connivencia de antagonismos puede abarcar más electorado, pero a la vez puede aumentar las tensiones a punto tal que de tanto tironear, se termine por cortar la soga.

Por su parte, la consultora política, Analía Del Franco, expresó a este medio su opinión sobre la dualidad de mensajes en la oposición. “Creo que no es una estrategia. Es una situación lógica que sucede luego de perder la elección. Si bien sacaron más de lo que pesaban, tampoco tuvieron tiempo de reaccionar, porque entregaron el poder y a los 3 meses llegó la pandemia. Todo se demoró un poco me parece. Juntos por el Cambio tiene que ir encontrando su lugar y van a empezar a tironearse”, afirmó.

En cuanto al Frente de Todos se mantuvo en la misma línea: “tampoco creo que sea una estrategia. Sí hay como una idea de mantener por parte de la oposición o algunos medios de mantener este enfrentamiento entre Cristina y Alberto. Si Cristina no aparece la inventan. Como que Cristina manda y Alberto es débil. Yo no lo veo así y no creo que esté sucediendo eso adentro. Aunque sí debe haber tironeos. Creo que hay un cuarteto que se junta en determinadas situaciones y resuelve. Hablo de Cristina, Alberto, Massa y Máximo. Si no hay unanimidad, la idea es bancar”.

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